Al igual que hay plazas y Plazas, barrios y Barrios o gentes y Gentes.
La convivencia desgasta, sí, pero nos hace descubrir nuestros mayores oscuridades y mayores luces.
Hoy quiero plantear el tema de las oscuridades, ya que todos somos raros en nuestra medida (bien sea grande o pequeña: chica como diría mi leal compañera M). Y mis rarezas a veces me sorprenden...pero no se vayan a pensar que son algo fuera de lo natural.
Me dispongo a salir de casa, en busca de los oídos antes mencionados, y voy pensando sobre ello. Sobre cómo abordarlo sutilmente, algo que he ido aprendiendo a lo largo de mi estancia en esta nueva ciudad, aunque para estos oídos la sutileza no es importante, y puedo soltar ráfagas de ideas, pensamientos o delirios sin contemplaciones ni delicadezas, ni tabúes, ni riquezas.
Y cuando llegamos a un lugar con mucha magia, con mucha gente, con muchas mezclas, con mucha tranquilidad y mucho frío en estos meses, abordamos los temas en cuestión con una bolsa de pipas, una Alhambra majestuosamente iluminada delante de nuestros ojos y una ciudad recién anochecida.
Cuando yo solté todo lo necesario para los oídos, éstos se convirtieron en boca para trazar varias pautas que debí escuchar atentamente y decidir que cualquier rareza es riqueza y viceversa. Creando de tal manera una reciprocidad de oídos y bocas, de mensajes profundos con una mentalidad de disfrutar del momento Zen del que pudimos experimentar esta tarde.
(Foto: Nanga Parbat, 8125m, Nepal)
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