Mario, Las Azucenas, 1986

domingo, 15 de abril de 2012

Comidas y cenas

Acabo de comer unos platos deliciosos en un restaurante favorito del pueblecín de la Sierra que me acoge cada fin de semana.
El tiempo acompañaba, bastante frío para la estación del año en la que estamos, nubarrones negros y una buena granizada antes de salir de casa. La compañía también lo hacía.
Se trata de un lugar acogedor, como todo el pueblo en sí y unos cocineros estupendos.
Pero desde que me senté en la silla, recordé una de las cenas más especiales de estos últimos años.
Tuvo lugar en Avilés, en el verano de 2010, por Junio, porque no tenía cicatriz, el pelo lo llevaba a lo garçon y tampoco estaban presentes los 10 kilogramos que había perdido unas semanas atrás.
Esto es, estaba recién salida del hospital, llevaba unos pitillos y unas buenas plataformas.
Fuimos a un restaurante (seminuevo de aquella) en el que el solomillo estaba delicioso y las tapas las presentaban sobre fragmentos de pizarra.
Y me acompañaba el que (hasta hoy) es el hombre de mi vida.
No estaba muy lleno, había tres parejas más, dos de ellas de avanzada edad y la tercera (para mí la primera) es muy especial para mí (casualidades de la vida, me encontré con una muy querida amiga y su novio, quien a propósito de la comida, cocina unos pimientos y meriendas para chuparse los dedos).
Fue una velada muy tranquila y amena, con una plática sincera, divertida y amena.
Pero lo más importante, fue de las que dejan un buen sabor de boca y el sabor de hoy me recordó a ese sabor de noche de verano.

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