Mario, Las Azucenas, 1986

viernes, 16 de septiembre de 2011

Qué cerca estamos, pero a la vez qué lejos . . .

'Ella le pidió que la llevara al fin del mundo,
él puso a su nombre todas las olas del mar.
Se miraron un segundo, como dos desconocidos...
Y al final números rojos, en la cuenta del olvido.
Y hubo tanto ruido que al final, llegó el final.'

Era una tarde cualquiera, de un invierno cualquiera.
La cafetería lucía unos ventanales empañados debido al cambio de temperaturas, la lluvia y el frío de fuera contra el calor que irradiaban las personas y las estufas de dentro.
En una esquina, una pareja de...desconocidos. Compartiendo mesa, dos tazas de café y un silencio final.
Cuando ya está todo dicho, ya está todo decidido. . .
De repente una lágrima entra en escena, empapando un joven y apenado moflete.
Siempre pierde el que más siente, ya que se suelen adelantar los que han dejado de sentir o nunca llegaron a hacerlo. Y esa sensación de vacío, inmenso vacío, inllenable vacío.

'Porque todos los finales son el mismo repetido.'

*

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